Dos conservadores sacan partido de la lucha fratricida entre Arce y Morales para disputarse la Presidencia
MADRID, 16 Ago. (EUROPA PRESS) -
Los ciudadanos de Bolivia están llamados este domingo a votar en unas elecciones presidenciales y legislativas que, salvo sorpresas, marcarán un punto de inflexión político en un país dominado desde hace casi dos décadas por el Movimiento al Socialismo (MAS) que en su día lanzó Evo Morales y que ha quedado roto por las luchas fratricidas.
Ocho candidatos, todos ellos hombres, aspiran a suceder al actual presidente, Luis Arce, que pese a que en un primer momento planteó volver a presentarse finalmente renunció en mayo, en un último intento para aunar fuerzas frente a una derecha al auge. "No seré un factor de división", dijo entonces, tras meses de pulso público con Morales.
Esta tensión interna alcanzó su máxima expresión a finales de junio de 2024, cuando ni siquiera la izquierda respondió unida al intento de golpe de Estado perpetrado por un grupo de miembros de las Fuerzas Armadas. Para Morales, fue la escenificación de un autogolpe, pese a que no existen pruebas de esta hipótesis, y desde entonces todo fue a peor.
Tras su renuncia, Arce respalda como candidato oficial del MAS al exministro Eduardo del Castillo, también enfrentado con el bando 'evista', mientras que Morales esgrime que los comicios no tienen ninguna legitimidad y pide el voto nulo, apuntando incluso que si el porcentaje es alto él será el verdadero vencedor moral en las urnas.
DOS CONSERVADORES COMO FAVORITOS
Ocho candidatos se disputan finalmente el bastón de mando este domingo y los sondeos anticipan una sonada derrota para los intereses de la izquierda. De Castillo figura con una intención de voto irrelevante, mientras que como favoritos destacan dos viejos conocidos de la primera línea política: Samuel Doria Medina y Jorge 'Tuto' Quiroga'.
Doria Medina, uno de los empresarios más ricos de Bolivia y asiduo a las papeletas electorales, tiene 'a priori' una ligera ventaja frente a Quiroga, que ya sabe lo que supone ser presidente, aunque fuese sólo durante un año tras la salida del general Hugo Banzer. Ambos rondan una intención de voto del 20 por ciento.
Con estas previsiones, parece claro en cualquier caso que habrá una segunda vuelta el 19 de octubre, un hito inédito desde que la Constitución de 2009 introdujo esta ronda final en caso de que ningún candidato obtuviese más del 50 por ciento de los votos o un 40 por ciento con una diferencia de diez puntos sobre su rival más directo.
La principal opción de izquierdas para este domingo es Andrónico Rodríguez, que pese a que llegó a sonar como candidato de unidad del MAS terminó presentándose por una lista independiente, Alianza Popular. A sus 36 años, el ahora presidente del Senado es uno de los candidatos más jóvenes, pero su popularidad ha cotizado a la baja en estas últimas semanas.
Rodríguez ha quedado relegado por debajo del 10 por ciento y en sus últimos mítines ha llamado a todos los simpatizantes de la izquierda a unirse tras él, consciente también de que puede ser el principal perjudicado del voto nulo reclamado por Morales y que algunos estudios elevan hasta el 14 por ciento.
Sumado al voto en blanco y al de indecisos, alrededor de una tercera parte de los ciudadanos no se inclinan en los sondeos por ninguno de los candidatos legalmente en liza.
LOS RETOS DE BOLIVIA
Arce ya ha prometido en cualquier caso que garantizará una transición pacífica y entregará el bastón de mando al ganador de las elecciones, "sin importar quién es". En este sentido, y aunque entiende que "del Castillo es una "gran opción", se ve capaz de "hacer historia" siendo "un gobierno de tránsito democrático".
El mandatario, que gobierna desde 2020 --obtuvo entonces más del 55 por ciento de los votos--, se declaró en una reciente comparecencia orgulloso de haber preservado "ante todo y contra todo, la democracia".
Deja a su sucesor, sin embargo, un país con no pocos retos, donde casi la mitad de los niños viven en situación de pobreza, según la ONU, y con una economía mermada. El PIB apenas creció en 2024 un 0,73 por ciento y la inflación se disparó ese mismo año hasta rozar el 10 por ciento, lejos de la locomotora económica que llegó a ser para el conjunto de la región.